jueves, 7 de noviembre de 2013

La Tauromaquia declarada Patrimonio Cultural

Tres mil años, ésto si que es ir lenta la legislación. Han tenido que pasar tres milenios desde que se tiene constancia de la celebración de alguna forma de Tauromaquia en la península Ibérica, que por entonces no era aún ni Hispania, para que ésta sea declarada, oficialmente, Patrimonio Cultural.

Ha ocurrido anoche, en el Senado (que no es del Pueblo Español, como lo fuera el del Pueblo Hispalense que allá por el Siglo I ya legislara sobre los juegos en los que se sacrifican reses como han hecho las tribus de éstas tierras) y ésta mañana, los que formamos el Mundo del Toro nos hemos despertado con una sensación agradable a las espaldas, con la protección de la Administración Pública a niveles estatales, con un gesto que nos pide el cuerpo de levantar el mentón y con muchísimas dudas.

 La Declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural no conlleva, en ningún caso, la asunción competencial al ámbito estatal, ésto es: Las Comunidades Autónomas mantienen la capacidad de regular los Reglamentos en sus territorios, pudiendo introducir cambios como los ya existentes -uno no sabe a veces cuando va a una Plaza de Segunda de otra Autonomía cuantas orejas son necesarias para abrir la Puerta Grande, o cuanto transcurre entre avisos- que no dejan de ser detalles menores, o incluso la eliminación de la Suerte Suprema, la Espada, la Muerte del Toro en la Plaza, dentro de las particularidades de cada Festejo, pero eso sí: obliga a que, si se cumplen las condiciones pertinentes, se apruebe la celebración de éstos Festejos.

 Mas aún: al no tener carácter retroactivo, la vigente abolición de la Fiesta en Catalunya no sería derogada, al menos inmediatamente. Habrá que esperar a ver en que termina todo el proceso impulsado por CiU (cada vez más C y menos iU) en lo que al Statu Quo catalán se refiere. Se abre un panorama confuso en las tierras catalanas, pero se nos blinda ante los intentos de imitación.

 En la Comunidad Autónoma Vasca (el artificial Euskadi desgajado de la naturaleza de Euskalherria) la Fiesta tiene componentes propios que hacen que, ni siquiera los más abertzales, hayan iniciado procesos serios por su eliminación. Hay casos incluso de etarras que han sido toreros, y detalles como la música de Txistu en lugar de los Pasodobles en la Plaza de Bilbaodurante la Aste Nagusia o la existencia de Festejos taurinos en localidades pequeñas que cuentan con la participación de las peñas autodenominadas abertzales, hacen impensable aún que, incluso allá donde el “sentir identitario” es en realidad más fuerte que en Catalunya, asuman que la Tauromaquia es una de esas tradiciones que conforman su forma de ser. Reuniendo el Contínuum cultural Esukalherriaco, cuando uno piensa en Pamplona-Iruña, no se le viene a la cabeza otra cosa que Toros, mozos, toreros... iberismo puro. Los tímidos intentos de una parte de la izquierda abertzale radical por eliminar las “expresiones españolistas” (no suelen allí esgrimir los argumentos animalistas) de las fiestas de algunas localidades se han encontrado con la oposición incluso de sus votantes en algunas ocasiones, y con la nueva Declaración, se blinda la Fiesta ante futuros intentos de prohibición.

 No sabemos cuando (volverán, porque tienen que volver, porque los catalanes lo llevan en su identidad auténtica, a la que están renunciando en pos de los delirios afrancesados de los separatistas, que olvidan que incluso en Francia hay Tauromaquia) volveremos a ver toros en Barcelona, pero al menos nos queda la seguridad de que no dejaremos de verlos en otras partes. Muchos abolicionistas han puesto el ejemplo de Canarias, en la que no existe tauromaquia desde hace muchísimo tiempo. Lo que obvian es que, si bien no se celebran allí festejos, las Islas cuentan con una buena cantidad de peñas taurinas y aficionados, y callan deliberadamente que el auténtico motivo por el que no hay Toros en Canarias es precisamente ese: que no hay Toros, no hay espacio para la cría de Ganado Bravo, y las reses que eran transportadas hasta las Islas con la finalidad de los festejos llegaban en la mayor parte de las ocasiones inservibles para la lidia, con los cuernos destrozados contra las cajoneras, encerrados en los barcos, con síndromes de aislamiento que se traducían en comportamientos erráticos y muchísimas veces muertos. Lógicamente, en un lugar a donde el Ganado que se lleva ha pasado más de una semana encerrado, que sale del chiquero absolutamente desorientado, y en el que de cada seis toros morían dos antes de salir a la Plaza, ni los espectáculos eran agradables ni la organización rentable. Por respeto y consideración al toro, los mismos taurinos se posicionaron en contra de la aberración que suponía embarcar toros durante días y días para llevarlos a Tenerife o a Gran Canaria. Por otra parte, en Canarias, las corridas de toros no están “prohibidas por ley”, como muchos pretenden, ya que la ley que prohíbe la “crueldad en los espectáculos con animales” no menciona directamente a los toros, y sí a las peleas de gallos, permitiéndolas. ¿Por qué? Pues muy sencillo: precisamente porque ya hacía muchísimo tiempo que los Taurinos Canarios venían a la Península a ver toros, porque lo que se veía en las islas eran paupérrimos espectáculos indignos debido a la situación del transporte de las reses. Ocho años, nada menos, desde la celebración del último festejo en Canarias.

 También nos quedan las dudas de si veremos entrar una inyección (muy necesaria) de capital público en La Fiesta y todos sus sectores aledaños. No hace mucho, escribía en mi Blog taurino La Raya de Picar, que “esperemos que a la nueva legislación, que considera la Tauromaquia y todo lo que la rodea un patrimonio cultural, por tanto protegido, se sume un programa activo de promoción e incentivación de la Fiesta. Hasta ahora, parece que a ningún político se le ha ocurrido que, en relación con el Mundo del Toro, se pueden crear miles de puestos de trabajo en todo el territorio español. Desde el personal campero de las ganaderías hasta los trabajadores de mantenimiento, seguridad, atención al público y administración de las empresas que gestionan las Plazas de Toros, con un sencillo programa de apoyo económico, abaratamiento de las entradas a ciertos festejos (pasando, por ejemplo, por el aumento del número de corridas y novilladas en plazas que han visto decrecer su volumen de actuaciones en los últimos años) y promoción externa de todo lo relacionado con el Toro, su cría y su lidia, el potencial económico no sería, en absoluto, despreciable.

 Existe un potente sector privado que hace caja de la relación aparente con el mundo del toro. Firmas de ropa y complementos inspiradas en aires taurinos; hostelería expositiva, que hace que cientos de establecimientos se conviertan en museíllos de historia taurina, con fotografías, muchas de ellas originales y firmadas, trajes, monteras y cabezas disecadas de bureles que no sólo sirven de atracción para turistas, sino también como entorno acogedor para las tertulias taurinas, foco cultural popular en el que no sólo se expande la cultura de la Fiesta sino que implementa muchos otros aspectos. Habría que estudiar profundamente como ésta relación, que es directa y proporcional, pudiera ser explotada no ya sólo en pos del bien de la Fiesta, sino como un revulsivo parcial a la situación económica de éste país.”



 Ahora, a esperar, y a no perder de vista a los políticos, que pueden quedarse tan panchos con una declaración firmada y dejar que La Fiesta se vaya muriendo porque no hay dinero.

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